Ese dÃa decidà ponerme bonita, serÃa uno de los últimos dÃas en los que te verÃa. Me esforcé para aumentar mi autoestima y empecé por lo básico; me puse pantalones ajustados de mezclilla, una blusa holgada color beige con estampado floreado que dejaba al descubierto mis hombros y con elástico en la cintura, bailarinas, un collar, maquillaje sutil y suave con labios de cereza, mi perfume favorito, deje sueltas mis ondas, retoqué mi cabello un par de veces, muchas veces en realidad, y ensayé mi mejor sonrisa.
Listo, la presentación personal, el plano fÃsico ya
estaba. Ahora faltaba convencerme a mà misma de que lo que veÃa en el espejo
era agradable, pero más que eso, querÃa reflejar lo que habÃa en mi alma, en
mis pensamientos, para demostrarte el cariño puro y sincero que sentÃa por ti.
QuerÃa que vieras más allá de mi maquillaje; querÃa que notaras que también
puedo ser especial.
Salà rumbo a la academia, con una confianza a prueba de balas. Me sentÃa
hermosa, si bien, nadie me lo dijo, pero yo sentÃa que asà era. Llegué, esperé
afuera que me abrieran la puerta. Nerviosa, asà me sentÃa, nerviosa con una
sonrisita que me delataba.
La puerta se abrió, luego la escuché, me llamó por
el diminutivo de mi nombre como era su costumbre. Ella venÃa detrás de mÃ, no
me habÃa dado cuenta, me saludó. Se veÃa muy bonita, con su vestido blanco,
parecÃa salida de un recital, zapatos altos, y una chaqueta jean para darte un
toco más informal, maquillaje sutil, su cabello corto sobre los hombros y aroma
a flores. Su piel blanca brillaba con el resplandor del sol, y hacÃa un
perfecto contraste con su vestido. Era mi amiga, con su personalidad brillante
y siempre de bien humor. Pero no pude evitar sentir que mi autoestima, mi
auto-confianza era arrollada por un camión gigante de basura. Su piel blanca
resaltaba a diferencia de mi bronceado muy común en esta ciudad; si yo creÃa
que lucÃa femenina asÃ, pues ella parecÃa una princesa de pelÃcula.
Aunque mis
rasgos fÃsicos eran mucho más elaborados que los suyos me sentà inferior, sobre
todo por el hecho de que estaba ahÃ, comparándome con ella, cuando sé
perfectamente que hacer comparaciones y sentirse inferior o superior a alguien
es una muestra de mediocridad. Y ella tenÃa una sonrisa, no perfecta
fÃsicamente pero sà lo suficiente para demostrar sinceridad y amistad absoluta,
mientras yo, tratando de disimular mis asquerosos pensamientos sombrÃos de mis
gestos.
Subimos las escaleras juntas, ella decÃa cosas, no
le entendÃa, estaba muy ocupada mirando el piso y pensando si acaso a ti te
parecerÃa adorable su atuendo, o peor aún si me notarÃas después.
Llegamos al umbral de la puerta, ella pasó primera, como una amplia sonrisa,
propia de su carisma, mientras yo, aplastaba aún más mi confianza como a un
mosquito, podÃa sentir como mis hombros se contraÃan sÃmbolo de timidez, cosa
que yo creÃa habÃa dejado en casa y prohibido estrictamente venir conmigo hoy,
pero al parecer me encontró, una vez más.
No pude evitar dirigir mi mirada hacia ti, apenas
atravesé el umbral de la puerta justo detrás de ella, pudiendo captar el
momento justo en que tu mirada, tu hermosa mirada, se posaba sobre ella.
Al igual que tu amigo, te quedaste boquiabierto,
literalmente. Un rubor se hizo presente en tu rostro cuando ella se dirigió
hacia ti y te saludó con un beso en la mejilla.
Era oficial, mi auto-confianza se habÃa marchado, me
habÃa dejado sola y yo tanto que la necesitaba en este momento, la necesitaba
para acercarme a ti, hablarte y que me notaras el esfuerzo que habÃa hecho por
verme bonita. Pero la timidez fue rápida, me envolvió y dirigió cada uno de mis
pasos hacia un asiento apartado. Apartado de todo, de ti principalmente. La
timidez me querÃa solo para ella, no estaba dispuesta a compartirme contigo.
Y asà pasó otro dÃa, no notaste mi presencia, mis
fantasÃas no se habÃan hecho realidad, y me hallaba aún muy lejos de mi
objetivo, Tú.