Uno de los grandes escritores del siglo XIX fue sin duda alguna Oscar
Wilde quien con su singular forma de escritura era capaz de describir
detalladamente el más extenso paisaje sin caer en el absurdo de perder
la hermosura de su relato, una de sus obras más icónicas fue "El Retrato de Dorian Gray",
con la cual se consagro como escritor y demostró que una nueva forma de pensamiento fuera de las
conservadoras costumbres inglesas del siglo XIX era posible.
Criticada a en sus días y admirada en el presente, el retrato de Dorian
Gray es uno de las obras más bellas y elegantes jamás escritas. A continuación, uno de los fragmentos más representativos de todo el libro y que expresa
de manera precisa la línea helenista que seguía el escritor en aquellos días.
- ¿Por qué? - preguntó Dorian
- Porque posee usted la más maravillosa juventud,
y la juventud es lo más precioso que se puede poseer.
- No lo siento yo así, lord Henry.
- No; no lo siente ahora. Pero algún día, cuando
sea viejo y feo y esté lleno de arrugas, cuando los pensamientos le
hayan marcado la frente con sus pliegues y la pasión le haya quemado
los labios con sus odiosas brasas, lo sentirá, y lo sentirá terriblemente.
Ahora, dondequiera que vaya, seduce a todo el mundo. ¿Será siempre
así?... Posee usted un rostro extraordinariamente agraciado, señor
Gray.
No frunza el ceño. Es cierto. Y la belleza es una
manifestación de genio; está incluso por encima del genio, puesto
que no necesita explicación. Es uno de los grandes dones de la naturaleza,
como la luz del sol, o la primavera, o el reflejo en aguas oscuras de
esa concha de plata a la que llamamos luna. No admite discusión. Tiene
un derecho divino de soberanía. Convierte en príncipes a quienes la
poseen.
¿Se sonríe? ¡Ah! Cuando la haya perdido no sonreirá...
La gente dice a veces que la belleza es sólo superficial. Tal vez.
Pero, al menos, no es tan superficial como el pensamiento. Para mí
la belleza es la maravilla de las maravillas. Tan sólo las personas
superficiales no juzgan por las apariencias. El verdadero misterio del
mundo es lo visible, no lo que no se ve... Sí, señor Gray, los dioses
han sido buenos con usted. Pero lo que los dioses dan, también lo quitan,
y muy pronto. Sólo dispone de unos pocos años en los que vivir de
verdad, perfectamente y con plenitud. Cuando se le acabe la juventud
desaparecerá la belleza, y entonces descubrirá de repente que ya no
le quedan más triunfos, o habrá de contentarse con unos triunfos insignificantes
que el recuerdo de su pasado esplendor hará más amargos que las derrotas.
Cada mes que expira lo acerca un poco más a algo terrible. El tiempo
tiene celos de usted, y lucha contra sus lirios y sus rosas. Se volverá
cetrino, se le hundirán las mejillas y sus ojos perderán el brillo.
Sufrirá horriblemente... ¡Ah! Disfrute plenamente de la juventud mientras
la posee.
No despilfarre el oro de sus días escuchando a gente
aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza, ni entregando
su vida a los ignorantes los anodinos y los vulgares. Ésos son los
objetivos enfermizos, las falsas ideas de nuestra época. ¡Viva! ¡Viva
la vida maravillosa que le pertenece! No deje que nada se pierda. Esté
siempre a la busca de nuevas sensaciones. No tenga miedo de nada...
Un nuevo hedonismo: eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted puede
ser su símbolo visible. Dada su personalidad, no hay nada que no pueda
hacer. El mundo le pertenece durante una temporada... En el momento
en que lo he visto he comprendido que no se daba usted cuenta en absoluto
de lo que realmente es, de lo que realmente puede ser. Había en usted
tantas cosas que me encantaban que he sentid la necesidad de hablarle
un poco de usted. He pensado en la tragedia que sería malgastar lo
que posee. Porque su juventud no durará mucho, demasiado poco, a decir
verdad. Las flores sencillas del campo se marchitan, pero florecen de
nuevo. Las flores del codeso serán tan amarillas el próximo junio
como ahora. Dentro de un mes habrá estrellas moradas en las clemátides
y, año tras año, la verde noche de sus hojas sostendrá sus flores
moradas. Pero nosotros nunca recuperamos nuestra juventud. El pulso
alegre que late en nosotros cuando tenemos veinte años se vuelve perezoso
con el paso del tiempo. Nos fallan las extremidades, nuestros sentidos
se deterioran. Nos convertimos en espantosas marionetas, obsesionados
por el recuerdo de las pasiones que nos asustaron en demasía, y el
de las exquisitas tentaciones a las que no tuvimos el valor de sucumbir.
¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el mundo excepto
la juventud!